jueves, 8 de septiembre de 2011

A veces la gente exagerada te hace un bien


Victoria Saite cuando tenía 3 semanas. Foto: Mária Robledo


Mi Victoria duerme a mi derecha acostada en su carrito, con el sueño inquieto de un ser desbordado de energía nueva cada día.

Una de las advertencias más repetidas antes de su venida (tan reiterada que parece que algunos la dicen sólo por no perder la costumbre y, además, tan insistente que aburría) era: “prepárense porque nunca más van a volver a dormir”.

A lo largo del embarazo aceptamos esa fatalidad sin queja alguna, como mártires en potencia y por conceder el debido respeto que se merecen aquellos que nos llevaban la delantera con la experiencia de tener hijos. Luego me di cuenta de que no es tan así (tal vez porque ante tanto vaticinio de la condena me preparé para lo peor) y que el sentido de esa realidad es otro.

No es tan así porque resulta que dormimos, aunque claro que ya no nos pegamos el lujo de hacerlo como nos place: exageradamente. Y, en cuanto al sentido, creo que es más bien metafórico “prepárense porque nunca más volverán a dormir” quiere decir que se genera una nueva sensibilidad, un sexto sentido, una habilidad extra… algo que hace que casi antes de que se produzca cualquier mínimo sollozo, mis párpados se retiren de un zarpazo para ver qué pasa con mi Victoria.

Así que, padres y madres, hagan caso a los exagerados y prepárense para lo peor... tal vez les pase como a nosotros y dirán que no era para tanto.



miércoles, 1 de junio de 2011

Te quiero porque te anhelo



Tarde te amé
¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,
Y por fuera te buscaba;
Y deforme como era,
Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.
Me retenían lejos de ti aquellas cosas
Que, si no estuviesen en ti, no serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:
Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
Exhalaste tu perfume y respiré,
Y suspiro por ti;
Gusté de ti, y siento hambre y sed;
Me tocaste y me abrasé en tu paz.
(poema de San Agustín a su gran amor)


Sí... sin duda, yo te quiero. Aunque, debe quedar claro, no se trata de aquella expresión que sugiere un afecto alejado de la contundencia del amor profundo, mas, tampoco puedo decir que te amo.

“Uno no puede amar lo que no conoce”, pude alcanzar a oír alguna vez y esa idea quedó resonando. No es simple retórica, me parece.

Para ser franca, conmigo y contigo, no podría precipitar en palabras lo que todavía no es, porque en tu caso la magia está precisamente en eso, en la inminencia de lo que debe llegar a ser. Va creciendo, va cobrando forma e impulso, sigue un proceso, como vos…

Mi “te quiero”, Victoria, viene del verbo anhelar. Porque todavía sos ansia,  vislumbre de un secreto que se me está punto de revelar, afán que acaricio estirando esforzadamente los brazos, y que estoy a un paso de abrazar.

Las flores de nuestra casa se destapan ante la inminencia de tu presencia

jueves, 12 de mayo de 2011

Algo maravilloso me acaba de ocurrir

Foto gentileza de tía Mona

De repente, en la quietud de mi oficina, apostada yo delante de un ventanal,  sentí una presencia precipitada por encima de mi cabeza y pensé con leve fastidio, aún sin levantar la vista de lo que estaba escribiendo en el teclado: pfff… un moscardón que tengo que espantar.

Levanté la mirada y descubrí boquiabierta, asombrada de inmediato, a tu animalito, al que elegimos días atrás para vos, para adornar tu llegada… ¡Un picaflor sacudiendo sus frenéticas alitas!

Por unos cuántos largos segundos mi cuello y mis ojos se menearon a su ritmo: arriba, abajo, de derecha a izquierda y viceversa… entró a saludarme, a dejarme una alegría, un mensaje, no sé, pero no fue una coincidencia, mi admiración no me permite creer eso.

Luego se fue… pero antes sopló por toda la habitación los vientitos de su vertiginoso vuelo.


En Atyra, cuando Victoria tenía 18 semanas. Foto por: Jorge G.

viernes, 15 de abril de 2011

Te cuento algo de mi niñez, Victoria



Gracias a Sonia Delgado que con su post me inspiró a este tema


Hola, Victoria.

Entre mandarinas y saltamontes, me acordé de las luciérnagas que intentaba atrapar en los veranos de mi infancia. Jajaja. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?, pensarás. Bueno, te explico.

Resulta que una amiga toma bellas fotos; ella posteó unas coloridas imágenes con mucho verde y naranja, hizo alusión en un texto a Fátima, quien atesoraba el recuerdo haber robado mandarinas en su niñez. A raíz de ese post se disparó una serie de comentarios de gente que evocaba picardías del pasado. Una recordó que robaba caramelos a su abuela y, en una ocasión, intentando escapar de las consecuencias de su fechoría, se trepó a un árbol del que cayó. Otra juntaba saltamontes en un frasco de mayonesa... Y de esto último me acordé de mi propia experiencia.

Pensé en las libélulas, en cuán tiernas y delicadas me parecían. Pese a esa apreciación, inconscientemente, yo no era nada delicada con ellas. Juntando el índice con el pugar las atenazaba de la punta de sus colitas para retenerlas... Es que de verdad me atraían y quería admirarlas de cerca y por tiempo indefinido. Pero terminaba hieriéndolas, cercenando su cuerpo. Tal desenlace me dejaba con un dolorcito y una pena, pero que, extrañamente, no acababan con mis ansias de cazadora furtiva.

Siguiendo con ese pasión por recolectar bichos, recuerdo que cada verano mi obsesión era atrapar luciérnagas en un frasco de vidrio con la intención de que brillara como lámpara con foquitos móviles en su interior. Claro que grande era mi desencanto ante la fugacidad de la fosforescencia que lograba retener. Ellas no soportaban ese cautiverio sin oxigeno y su luz se extinguía en un suspiro resignado. Me decepcionaba de mi misma porque en el fondo me sabía artífice de ese crímen.


Ay, Victoria, a ver cómo hacemos para maravillarnos juntas con los bichitos sin apagar su luz ni cortar sus alas.


domingo, 10 de abril de 2011

Parece que sueña


Hoy, domingo en que se atrasa la hora, me levanté de hecho más temprano que de costumbre. 
El sueño se me fue; parece que cuando me percaté de que dormía boca arriba (contraindicado para panzonas avanzadas) e intenté mudar a la posición recomendada (costado izquierdo) hice algún movimiento brusco que generó una rendija por donde se escapó el sueño. 

Miré el reloj, eran las 6.30 de la hora nueva. Mientras, ese hermoso hombre a quien veo que le volvía a crecer, incipiente, la barba de las mejillas, seguía en profunda desconexión, aferrado a una almohada. Le acaricié la cara y sin ninguna pretensión estética le peiné muy suave el cabello con los dedos. Nada de eso alteró su estado.

Ahora, miro de vuelta la hora y son las 7.24; de a ratos escribo, de a ratos me levanto, miro la calle parada al balcón, sintiendo el fresco del otoño, veo todavía la poca gente que circula a estas horas... un carraspeo aislado me devuelve de mi distracción. Pienso que es un resto de la convulsa semana que pasó en medio de mucha tos. Casi obsesivamente tosí durante 3 o 4 días en los que me pregunté preocupada, cómo le estarían afectando a Victoria aquellos bruscos sacudones míos. Le sentí menos activa en esa panza tensa y violentada. 

Hoy, domingo temprano, horario y día calmos, le siento a Victoria, con tenues movimientos ondulados... parece que sueña.

sábado, 19 de marzo de 2011

Perigeo lunar

Esta noche se presentó un fenómeno lunar que, según las noticias, sólo alrededor de cada veinte años se produce. Según los diarios, se llama “perigeo lunar “.

La explicación en uno de los diarios era esta: “Estaremos a unos 26.323 kilómetros más cerca de lo normal de nuestro satélite natural, del que nos separa habitualmente una distancia media de 382.900 km.”

La señora de la noche guardó su mezquindad, aproximó su belleza a la tierra y brilló más que de costumbre.

Subí al balcón de la pieza de mi hermana y tomé un par de fotos. La luna estaba grande, su redondez era perfecta a mis ojos…La foto no me salió muy buena. Si salió más o menos es porque dos días antes, previendo el evento y la intención de tomarle una instantánea, una amiga aficionada a las fotografías me dictó por chat la manera de configurar mi cámara. Gracias a su sugerencia es un cuasi fiasco, sin ella hubiese sido un completo fiasco. Exactamente, la indicación fue esta: “modo M, F8, velocidad 1/125, ISO 1OO, el zoom al máximo  y que no te tiemble el pulso”. 

Después de ver las fotos y reflexionar superficialmente sobre el acontecimiento, pensé: Victoria tendrá alrededor de 20 años en el siguiente perigeo lunar; en medio, cuántas cosas sucederán… Yo seré una mujer madura y, presuponiendo que estaremos todos los que estamos, le recordaré que esa noche del sábado 19 de marzo de 2011 en que le tomé una foto a la luna, estaba en mi vientre y pensé en ella, en nosotros, 20 años después.


viernes, 25 de febrero de 2011

Viernes se escribe con V de Victoria

Viernes también de mi amiga Majo
 

Creo que nadie, o al menos casi nadie que resista el claustro físico y psicológico de las 8 horas diarias durante 5 días, puede negar la sensación de gloria de los viernes. 

Las horas que anteceden al momento oficial del raje son mezcla de tensión, ansiedad, ¡vértigo de inminente emancipación! … Cuerpo y mente en un esfuerzo de trapecista ebrio, intentando mantener el equilibrio sobre la fina línea que divide la frontera entre el tiempo rentado y la libertad.

Hoy es viernes y desde que Victoria se me anunció, sin todavía saber que era ella y menos Victoria, estos tienen una cualidad adicional: se cumple un nuevo ciclo en el calendario que se concentra sólo en ella. Es el símbolo de su vida cada vez más palpable.  Hoy cumple 5 meses. Una victoria más de los viernes.