martes, 28 de diciembre de 2010

Un poema prestado y una aclaración previa


Si bien me gusta la literatura, y leí con mayor  voracidad en otro momento de mi vida en que la “hermana duda” y otras distracciones me otorgaron una tregua, no puedo jactarme ni mucho menos de ser “la” apasionada por las letras. La coherencia para conmigo misma muchas veces es implacable y hay detalles en los que no puedo mentir ni mentirme, un ápice puede resultar muy doloroso hasta que decida rectificarme, públicamente si es posible. Sí, puedo ser muy dura conmigo misma. Pero bueno, por qué revelar en este espacio mis autoflagelaciones más íntimas… porque, más allá de mis perezas y dispersiones, me gusta leer, me gusta internarme en mundos inventados que sean contados con intensidad, con noción estética; puedo percibir si las palabras fueron cuidadosamente elegidas, puedo captar la belleza de las expresiones… me complazco en leer buenos textos. 

Así también, dentro del poco mundo que tengo en el mundo literario,  hay gente y opiniones que indefectiblemente me influyen y, si por descuido de alguna de ellas me presto a escuchar algún elogio o vapuleo del valor literario de tal o cual autor al que todavía no tuve ocasión de acceder, estoy frita. Tal apreciación, se me queda adherida con cemento, y eso es horrible, porque casi no puedo valorar ni juzgar por mi cuenta, me afecta y es muy difícil volver atrás, aunque no imposible. Casi tan funesta como la mala educación de la religión en la infancia, que para purificar la fe en la adultez primero hay que darse cuenta del daño (y esto ya es mucho pedir en este caso), luego es necesario pasar por un proceso doloroso, casi de exorcismo para librarse de supersticiones, de nociones aterradoras, de inercias sinsentido… 

Retomando. ¿A qué vino todo  este preámbulo? A que me enviaron un poema de la encrespada Gioconda Belli. Aquella de quien leí más prosa que verso porque cuando ni decidía aún internarme en su poesía, alguien me comentó de las hilachas y desprolijidades que encontraba en ella, y aquello me cercenó. Cualquier poema de ella que me cayera en mano luego de tal observación, me tintineaba con ruiditos molestos desperdigados aquí y allá. Pero por hoy decidí reconciliarme con ella y dejar que las contrariedades resbalen por la pendiente del ojo distraído, porque el poema es tierno y cargado de significado. Ahí va.

FETO
Tú,
pequeño ser,
estas creciendo dentro de mí
dándome una nueva dimensión.
(Has aumentado mi volumen: cuando bajo las escaleras
no puedo verme los pies. Tengo que subir con cuidado
a los carros y caminar despacio por las calles.)
Por las noches ya me despiertas
con tu suave golpeteo
a las puertas de mi casa más secreta.
Platicamos sin palabras
y luego te arrullo
con el correr de mi sangre
y los latidos de mi corazón.
Sientes los pájaros primero que yo
y tu vida rebulle contenta
como la colita de un perro
en la mañana.
Eres mi pequeño habitante
con el que vivo frente a frente
y yo soy tu saco amniótico,
diminuta humanidad sin sexo,
al que a veces imagino mujer
y otras hombre,
al que quiero sin ver
y conozco sin conocer,
nutriéndote y esperando
el momento de nuestra cita.

2 comentarios:

  1. Mi cuerpo,
    como tierra agradecida,
    se va extendiendo.
    Ya las planicies de mi vientre
    van cogiendo la forma
    de una redonda colina palpitante,
    mientras por dentro,
    en quién sabe qué misterio
    de agua, sangre y silencio
    va creciendo como un puño que se abre
    el hijo que sembraste
    en el centro de mi fertilidad.


    Creo que también es de ella

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  2. La Gran Gioconda Belli, es -simplemente- conmovedora para mí. Me encanta!

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