sábado, 29 de enero de 2011

Un/a bebé sano/a


Cuando manifesté la ansiedad de saber el sexo de mi bebé, una amiga, que sin ser demasiado íntima aprecio y siento cercana, me dijo, casi tajante, que no me preocupara por eso, que sólo pregunte, con cada ecografía, si está bien y sano/a. Que si es por el color de las ropas, que simplemente compre de todos los colores.

Ella no supo el sexo de su bebé hasta que nació y se enteró de que era una niña de 3kilos y 760 gramos. Antes de eso guardó en su corazón 2 nombres, por si acaso, uno de niño y otro de niña.
 “Es que ya quisiera llamarle de alguna manera”, me justifiqué. Llamale “bebé”, me dijo. Y, simplemente, reforcé la convicción de que quiero un/a bebé sano/a entre mis brazos.

jueves, 6 de enero de 2011

Como burbujitas


Dicen que las mamás primerizas (qué poco amigable me suena esta palabra "primerizas", como diciendo “pfff…inexpertas”) tardan más en sentir los movimientos del bebé que, sin embargo, ya está en acción desde la semana 7 más o menos. Que para empezar a percibir cuando se supone que ya es posible sentirlos, es necesario estar muy atentas porque no se inician con las populares “pataditas” sino que se manifiestan parecidos a burbujitas. 

Le comenté esto a Jorge que desde ese momento casi no despega la oreja de mi vientre, pendiente de distinguirlas. Por poco y casi me obliga a comer chocolates ante el dato de que el bebé normalmente reacciona en movimientos más notorios cuando la madre se inyecta una buena dosis de dulces. 

Claro que a partir de esto, Jorge escucha burbujitas y como yo no siento gran cosa le digo que tal vez son ruidos intestinales. "Son burbujitas" insiste, "no puede ser que siempre sean gases". Y bueno...

 Imagen usurpada de internet, hasta encontrar mi propia burbuja

lunes, 3 de enero de 2011

Dos rayas imponentes y un sms


 Foto: Sonia Delgado. 1 de enero de 2011 en el Lago de Ypakarai

La noche del viernes 29 de octubre fui a la Manzana de la Rivera al lanzamiento del libro de poemas de un amigo. Excepcionalmente, fue un día que me tocó estar sin mi niño.

Hacía días que mi "amigo mensual" no se apersonaba, por lo cual decidí salir de dudas. Ya de ida al Centro Cultural, dentro de mi añeja cartera de hilo de caraguatá, iba cargando con el arsenal para descargar el exceso de líquido, vía urinaria mediante, en algún momento que pudiera.

Asistí a la presentación, escuché declamar un par de poemas “grises” y luego salimos todos los asistentes al pasillo a beber unas copas de vino por invitación del autor. Sorbiendo el 5to. trago estaba cuando recordé mi materia pendiente y, más con la motivación de regresar de inmediato a seguir bebiendo sin culpas, fui hasta el baño a finiquitar lo que consideraba un mero trámite de descarte. Ni tiempo me dio en conjeturar el resultado en la espera de los supuestos 5 minutos pues apenas cayeron un par de gotas de pis sobre el aparatito, se marcaron imponentes las dos rayas rojas. Borracha de la mezcla, alcohol y notición, salgo casi a los tumbos del baño, pretendiendo torpemente disimular que nada trascendetal me estaba transformando por dentro y, en proceso del cambio que todavía no se veía, por fuera.

Esa noche dormí sola con la prueba marcada en mi cama, al lado de mi almohada, encendiendo a cada rato la linterna de mi fiel Nokia 1100 para iluminar una y otra vez el resultado, constatar si era verdad aquello que vi.

Ya más tarde, entrada la madrugada del 30 de octubre, recibo en el celular un mensaje. Y aún con esa sensación de novedad, de que algo grande me estaba ocurriendo, y que mermó recién en días, leí el sms que decía: el camarada Ananías Maidana falleció a las 3.45 rodeado de sus familiares y amigos...


Recuerdo que con una mezcla de emociones, comencé a redireccionar a mis contactos el mensaje en plena madrugada y me sentí tocada mientras experimentaba la noticia de alguien importante que se iba y de aquella otra presencia que se me anunciaba.